Cada jornada esperamos ansiosos el parte del Doctor Durán que confirma, ese anhelo colectivo, que Cuba baja mesuradamente sus casos positivos de Covid-19, y es advertir una luz al final de tantas noches negras de estadísticas elevadas y presagios nada favorables.
Y Granma, uno de los últimos territorios a los cuales llegó igualmente la oleada epidémica un poco más tarde, también van llegando esos números que descienden, que no son datos estadísticos, sino personas, seres humanos que han dejado de enfermar.
Una de las razones que invocan los especialistas no son solo las medidas restrictivas de movimiento e higiénico sanitarias, para la contención de la epidemia, sino el efecto primigenio que va otorgando de protección las vacunas anti covid-19, que abarcan cada día un número mayor de ciudadanos.
En estas jornadas vimos pasar al vecino cederista, preguntando por las casas, cuántas personas quedaban por vacunar, cuántos estaban ya totalmente inmunizados, y advertía que son muchos más los enmarcados en el esquema de inmunización, y exhortaba a acudir a los vacunatorios a algunos indecisos.
Enorme satisfacción al apreciar esos genuinos resultados, más no es momento de confiarse.
La Covid-19 es una enfermedad peligrosa y aprovechada, se vale de las más disímiles maneras para multiplicar su virus, empleando muy bien las brechas que dejamos para persistir.
No se deja enganchar por la inocencia, la desidia, el desconocimiento, y el falso triunfo de algunos, que desoyen indicaciones de los que saben y han tirado por la borda el nasobuco, y se pegan en la calle como sardinas.
Los epidemiólogos están al tanto de nuestro andar y conocen al dedillo como se engancha la enfermedad.
Sus alertas son sistemáticas, fundamentadas y reiteran, que son indispensables las medidas, pero sobre todo la responsabilidad, pues hay muchos niños y ancianos que cuidar.
Ese es el único camino hacia la nueva normalidad.
Por: Radio Bayamo
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