Algunas familias parecen ignorar la transcendencia de las medidas de restricción implementadas por los grupos de trabajo temporal y gobiernos locales, debido al incremento de contagiados y sospechosos en el presente rebrote de la Covid-19.
La provincia de Granma está en el peor momento si comparamos los 13 casos de la primera oleada con las cifras actuales de infección, la diferencia es grande a partir de la reapertura de la entrada de viajeros.
Reabrir no fue el problema, sino el incumplimiento de los protocolos sanitarios, que, además, va aparejado a la indisciplina social, lo cual exige un accionar descomunal de las instituciones médicas.
Si preventivamente cierran las escuelas: los muchachos no deben comportarse como en vacaciones, todos debían conocerlo y ejecutarlo.
Entonces, ¿qué hacen tantos niños y jóvenes en las calles, en espacios libres de las ciudades, especialmente en barrios periféricos lo mismo empinando papalotes, jugando pelota o simplemente “nadeando” sin hacer nada) y haciendo de todo para contagiarse de un mal que, sin rostro, ataca a traición?
Nuestra invocación, padres y madres, es a impedir la desobediencia el desafío, aunque parezca más fácil a algunos dejarlos hacer.
En cambio veo familias entre amigos, colegas y conocidos cuyos retoños debe hacer y realizan sus deberes a diario; solo cuando los termine podrá brincar, saltar, ver televisión, leer, jugar en el teléfono por poco tiempo… ¿extremismo? No, así fortalecemos obligaciones.
Hay alumnos de las enseñanzas primaria, secundaria o preuniversitaria, que no se pierden las teleclases, buscan información desde la casa, repasan y aprenden, de manera que pueden argumentar, opinar explicar acerca de diversos aspectos de sus planes de estudio.
Y además se están cuidando, esos están en el camino correcto. Son chicos normales, pero regulados por la exigencia de sus mayores, al poner en práctica aquello de que “el tiempo perdido (y las vidas,) hasta los muertos lo lloran”.
Sé de buena tinta, como se puede aprovechar cada oportunidad: una de nuestras hijas, optó por la Universidad de Ciencias Informáticas en 2005, le adjudicaron la plaza en febrero, desde ese mes hasta octubre estuvo vinculada a dos clubes de computación, a la programación básica, y después recibió varios cursos de inglés. En octubre, cuando empezó en la UCI, sabía dónde estaba parada.
Las teleclases están al alcance de todos, o casi todos, también otras herramientas como internet pueden ser usadas, para quienes no posean estos medios, los maestros y profesores telefónicamente o mediante otras vías pueden indicar tareas semanales con los objetivos. ¿Debemos los padres y maestros perder esas oportunidades? ¡Por supuesto que no!
Cada casa puede convertirse en aula y solicitar la asesoría de la escuela, pues malgastar el tiempo no es opción.
Por: Jorge Luis Arias Morales
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