Un largo batazo del joven Guillermo García por el jardín derecho, que encontró los ángulos repletos y sin out en la pizarra, los Alazanes de Granma dejaron tendidos en el campo a los Cocodrilos de Matanzas, para erigirse campeones de la 60 Serie nacional de béisbol.
La conexión de García sirvió para romper el empate a cinco carreras en el sexto juego de la Gran final, mientras coronaban una tremenda remontada, luego del racimo de cinco carreras de sus rivales en la parte alta del sexto capítulo, que puso el marcador desfavorable 1-5.
Sin complejo alguno de enfrentar a un equipo, que parecía superior, además de tratarse del campeón exponente, los Alazanes volvieron a ignorar los vaticinios en su contra y alzaron la corona del béisbol cubano, por tercera vez en la historia.
El conjunto necesitó seis encuentros para deshacerse de los matanceros en una Gran final inédita y, de paso, mejoró su resultado de por vida en play off frente a los rivales de turno (12-6).
Ni el más atrevido de los adivinos se hubiese arriesgado a vaticinar que los granmenses eliminarían a los monarcas defensores, mucho menos, después de permanecer alrededor de dos semanas alejados del entrenamiento.
El triunfo también alcanza ribetes sobresalientes porque -luego de ocho años- los alumnos de Carlos Martí Santos se erigen monarcas de los clásicos cubanos, tal vez los últimos en conseguirlo sin refuerzos.
Además, camino al cetro lograron deshacerse de dos conjuntos históricos, como Industriales (cuartos de final) y Pinar del Río (semifinales), antes de someter al campeón exponente.
Los Alazanes regresaron a la cúspide de la pelota cubana y lo hicieron de la manera más convincente: demostrándolo sobre el terreno, sin alardear y sin creerse superior a los contrarios. Por eso, se titularon campeones, por grandes y por humildes.
Con información del Diario La Demajagua
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