La novia, la perla del Guacanayabo arriba a 230 años. ¿A cuántos trovadores, poetas, compositores, pintores, amantes ha cautivado la mescla de salitre y verde de las montañas que se asoman al sur este de la urbe? ¿Cuántas historias tejidas en las noches de pescadores, de labriegos, de costureras, de emprendedores, de bardos, de obreros de industrias?
No es la más añeja de las ciudades o poblaciones de Granma, pero sus edificaciones más longevas, necesitadas de restauración, representan estilos casi extintos, casi míticos, que hablan de un florecimiento.
En Manzanillo palpita la gente, más allá de los muros, y no pierde la ciudad el encanto de la acogida. El manzanillero es hospitalario y musical, como el propio enclave, que parece dispuesto siempre a zarpar en busca de un nuevo horizonte.
Acaso lo que más distingue a la región, más allá de lo edificado, son sus pobladores y lo que han sido capaces de sostener mediante siglos: el estandarte de la libertad, que no es solo el 10 de octubre de 1868, al pertenecer el ingenio Demajagua a la jurisdicción, y marcar para la nación la fecha en que hecho pueblos amos y esclavos, se funden en una Cuba que nace y va en busca de su independencia del régimen colonial.
Manzanillo está grabado, especialmente, con letras doradas en ese edificio que es la cultura cubana que se cimenta de lo cotidiano, desde la rebeldía y el desafío a la autoridad metropolitana para gestionar lo necesario para sus pobladores de forma independiente al poder de entonces, casi hasta el siglo XVIII, con el comercio de rescate y contrabando. El mismo que motiva los sucesos en 1604 que luego darán trigo para la escritura de la primera obra de la literatura Espejo de paciencia, narrado desde la villa del Puerto del Príncipe, pero describiendo lo acaecido en Manzanillo.
Justo es, y necesario, celebrar que desde el 11 de julio de 1792 existe una población marina y azucarada, dispuesta a enfrentar los embates, con el orgullo de distinguirse en el Caribe y allende los mares por su canto y trovadores, sus cantores y poesías, la Pinilla, el teatro, la morisca glorieta, sus fiestas patronales, su literatura incansable, los hombres y mujeres que la amaron y dejan una huella, los patriotas y mártires, los héroes que vinieron a ennoblecerla con su quehacer, la gente que día a día sigue adelante y son miles.
Por: La Demajagua
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